Desde que empecé a ver la ilustración del 2021, finalizando el 2020, me di cuenta cuántas expectativas nos estábamos haciendo, como sociedad, ante la llegada del nuevo año.
También leí las advertencias sobre ellas: las cosas no necesariamente serán diferentes sólo porque el año cambie. Lo sabemos, pero en el fondo de nuestra psique realmente esperamos que sí lo sea. Lo vimos con frases tipo “ya, que se acabe este año de mie*$@“, y frases similares.
Y es que, habrá que decirlo una vez más: vivimos en una cultura de la expectativa. Esperamos constantemente (o mejor dicho, nos han educado para ello) que ciertas experiencias, metas, personas o cosas nos brinden bienestar y felicidad perpetua. Y a pesar de sufrir constantemente las decepciones de alcanzarlas y no obtenerla, mantenemos la falsa ilusión de que en el siguiente lo lograremos... Y a ello destinamos nuestra existencia.
Es muy probable que no sea general, pero he notado el desánimo más profundo, la desmotivación inexplicable, el cansancio extremo, la incipiente desesperanza, una tristeza que proviene del interior (sin saber exactamente de dónde), una irritabilidad mucho más áspera de la común, harta decepción, y otros sentimientos aflictivos presentes en las personas.
¿Te has preguntado de dónde viene?
El origen de las emociones que sentimos proviene de las ideas que tenemos, de los paradigmas que conforman la manera en cómo vemos el mundo. Y como ya lo he escrito, uno de esos paradigmas son las expectativas que nos hacemos del mundo y de la felicidad.
El 2021 se ha presentado como el año de la esperanza. El año donde todo cambiará de nuevo, donde - quizás - regresaríamos a una vida “normal” (aunque bien podríamos cuestionar qué es lo normal, pero lo dejaremos para otra reflexión). Es más, me atrevo a decir que, en el fondo de todos estos pensamientos, hay una idea que podría ser peligrosa: el 2021 nos debe devolver lo que el 2020 nos quitó.
¿Por qué es peligrosa? Porque la sensación de deuda, genera, a la larga, muchísima aflicción. Seguramente has vivido la experiencia de que alguien te pidió prestado dinero y las terribles emociones de enojo, frustración, decepción, injusticia, impotencia, entre otros, de que el dinero no te lo regresaron; y sólo lograste liberarte de esas sensaciones cuando aceptaste que habías perdido esa cantidad.
Quizás hayas notado que, a lo largo de los días, las emociones que escribí al principio se han presentado, y no sepas exactamente por qué te sientes así. Obviamente sé que no es la única razón, pero puede contribuir a entender mejor nuestros pensamientos y trabajar en ellos para liberarnos de ese sufrimiento.
Tomen en cuenta que el origen de las emociones son las ideas que tenemos en torno a las cosas que nos suceden. Estas ideas configuran una serie de paradigmas. Son, como diríamos, los lentes con los que vemos la vida, la existencia y todo lo que es. Por mucho tiempo se creía que si somos mayores en edad, era imposible o difícil de cambiar. Hoy, gracias a los avances de la neurociencia, sabemos que el cerebro conserva su plasticidad, es decir, la capacidad que tiene para ver las cosas de forma diferente.
Insisto en afirmar que esto no explica por completo lo que sentimos, pero si tomamos conciencia de las expectativas que tenemos respecto a un año que se ha construido como esperanzador, y lo confrontamos con lo que realmente ha sido en estas 3 semanas, ciertas cosas podrían entenderse. Probablemente no ha sido como lo esperamos.
No quiero con esto decir que vivamos sin esperanza. No, no es lo mismo vivir sin esperanza que vivir sin expectativas. Tengo la esperanza de que podamos vivir sin expectativas, y con ello, liberarnos de una de las causas de nuestro sufrimiento. Pero, la esperanza está fundada en la capacidad de aceptar las cosas tal y como son ahora, y en la claridad de lo que implica el esfuerzo y la dedicación, aunque con una visión real sobre que las cosas pueden tener un resultado totalmente diferente al esperado.
¿A qué me refiero con esto? A tomar conciencia de la importancia de trabajar en alcanzar nuestras metas, pero no olvidando que hay variables que pueden influir, que están fuera de nuestro control, y afectarán en el resultado. Y si aprendemos a aceptar esto, nos estamos liberando del sufrimiento que producen las expectativas.
Así que disfruta tu 2021, tal y como es, tal y como está, trabajando en ti, con esperanza, y tomando conciencia de las expectativas que te puedan generar sufrimiento.
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