Mañana es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Un día con un alto grado de importancia en el calendario, porque simboliza la constante lucha de las mujeres y los feminismos por la igualdad y la equidad entre todas las personas. Un día, en el como hombre, he aprendido que es importante callar y escuchar todas las quejas que realizan para aprender en qué cosas tengo que seguir trabajando en mí construir un mundo más justo para todas y todas.
Hoy quiero pedir perdón, pero no desde la culpa, sino desde el arrepentimiento. Un perdón dirigido a todas y cada una de las mujeres de las que me he rodeado, y a todas las mujeres del mundo y de la historia. Como hombre, en verdad, pido perdón. Cada día me esfuerzo en deconstruir tantas y tantas ideas machistas que he aprendido de mi entorno, de la cultura, de la sociedad, de mi propia familia, de las escuelas donde he estudiado, del consumo, etcétera.
Me arrepiento de haber realizado acciones de cuerpo, palabra y mente donde he reflejado acoso, violencia, abuso, superioridad o cualquier otra condición que haya dirigido contra las mujeres.
Sí, claro que lo he hecho, incluso en mujeres cercanas a mí. Hoy me doy cuenta. No siempre lo vi, aunque eso no justifica dichas acciones. Hoy me duele el haber actuado de esa manera.
Quiero realizar la acción de pedir perdón, tomando en cuenta cada uno de los aspectos que la constituyen:
Reconocer que lo que he hecho ha causado daño y ha ofendido
Hoy soy capaz de verlo. Hoy percibo con claridad el enorme daño que he infringido en muchas mujeres a lo largo de mi vida, motivado por ideas fundadas en concepciones erróneas.
Cada una de esas acciones han tenido cierto impacto, no importa si fue en menor o mayor grado, la realidad es que lo ha tenido. El contexto machista contribuye, ya que, desafortunadamente, normaliza estas acciones, las tolera, las justifica y con ello, minimiza el sentir de tantas mujeres.
¡No más! ¡Basta ya de tolerarlo! ¡Basta ya de causar daño!
Sentir el dolor causado
Lo reconozco, lo sé, y acepto que hoy me genera un profundo dolor el que muchas mujeres de mi alrededor se hayan sentido de esa forma por mi actuar. No lo merecían, nadie se lo merece. Ninguna acción violenta, de acoso, de menosprecio o invalidación puede ser, jamás, ni tolerada ni justificada. Sé que eso ha provocado dolor.
En verdad, lo lamento mucho.
Analizar la propia conducta
Darme cuenta no ha sido fácil. Vivir en un entorno que normaliza y promueve el machismo y con ello una masculinidad dañina, hacer los autoanálisis es todo un reto, porque muchas acciones se creen normales o naturales, y percibirlas de esa forma genera duda.
Hubo momentos en los que yo creí estar bien y responsabilicé y culpabilicé. Me doy cuenta, después de muchas reflexiones, análisis, horas de estudio, que actuaba de forma incorrecta.
Sigo en el proceso. Sé que aún hay muchas percepciones, emociones y conductas que hay que continuar analizando para desaprender y deconstruir aquello que imposibilita la creación de una sociedad más justa y equitativa.
Tener un plan para evitar que vuelva a ocurrir
Es un proceso, como todo. Es poco a poco, pero haber visto, cada vez con mayor claridad las acciones que ha provocado daño, me ayuda a desarrollar acciones más neutras, compasivas y bondadosas. Me esfuerzo cada día, y no busco que se reconozca, es algo que, simplemente, debe ser.
Trabajo en mis acciones de cuerpo, palabra y mente, para tratar a cada persona, cada ser sintiente, con el mismo valor y la misma dignidad. Tomo conciencia de lo que nos hace iguales y parte del todo. Busco contribuir con ello, aunque parezca mínimo, al respeto, a la aceptación de la diversidad, al amor y la compasión.
Perdón, de antemano, por aquellas acciones que aún no alcance a ver que siguen siendo dañinas. No las justifico ni deben ser toleradas. Sigo estudiando, escuchando, aprendiendo, para darme cuenta y modificarlas.
He hecho el compromiso de evitar que mis dos hijos varones crezcan con estas mismas ideas.
Pedir perdón
Por todo esto es que, explícitamente, le pido perdón a todas y cada una de las mujeres a las que les haya causado una ofensa, un daño; a aquellas que, en algún momento, hayan sentido de mi parte acoso, violencia, minimización, culpabilización, en verdad, perdón. Me arrepiento profundamente de todo ello.
Tía, madre, hermana, pareja, amigas, mujeres de apoyo en casa, compañeras, alumnas, mujeres desconocidas, en verdad, les pido perdón.
Resarcir el daño
¿De qué forma trabajo para resarcir el daño? Desde las acciones que me tocan, de forma personal, con mis hijos, con los procesos psicoterapeúticos que acompaño, promoviendo masculinidades sanas, deconstruyéndome y construyéndome.
Espero, con total y absoluta sinceridad que esto pueda restituir el daño causado a las mujeres.
Mañana, 8 de marzo, como hombre, me queda callar, escuchar, reflexionar y continuar deconstruyendo todas esas ideas y acciones que causan dolor, daño, separación, injusticia, inequidad.
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