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El valor de la calma



“El tiempo es oro”.


Crecimos en un entorno que ha valorado y promovido la prontitud, la rapidez, la inmediatez de las cosas.

A partir de la ”generación X”, donde lo primordial era llegar a las altas esferas económicas lo más rápido posible, se nos inculcó la idea de no quedarnos quietos, de hacer, hacer y hacer. El descanso, la pasividad, la calma, se empezó a considerar un lujo, un problema, algo que tenía que ser erradicado.


Crecimos con prisa, deseamos con prisa, comemos con prisa, amamos con prisa, vivimos la vida con prisa... aún sin saber certeramente por qué. Perseguimos aquello que nos han dicho que nos brindará felicidad, pero que una vez alcanzada no será suficiente, por lo que nuevamente habrá que apresurarnos para completar esa felicidad pasajera.


La cultura de la prisa también ha alcanzado a la educación: queremos que niñas y niños aprendan lo más rápido posible, y, la misma educación ha de ser pronta, rápida y estimulante. Instituciones educativas promoviéndose como las que más rápido alcanzan ciertas metas, incluso pasando por encima del desarrollo natural de las y los pequeños.


Descansar es un lujo. Un lujo que sólo se pueden dar las personas que no tienen nada por hacer; los que sí tenemos cosas por hacer, tenemos que correr, darnos prisa, porque la vida se acaba... y no nos damos cuenta que la vida simplemente pasa.

 

Hay una alegoría que me contaron y que, particularmente, me gusta mucho: La mente es como un vaso lleno de agua y arena. Cuando la mente está alterada, la arena enturbia el agua y es muy difícil, si no es que imposible, mirar a través del vaso. Pero, si mantenemos el vaso en calma, la arena se irá al fondo y el agua volverá nuevamente a ser clara.


Hoy por hoy, me doy cuenta que muchas y muchos vivimos así la vida: Con la arena impidiéndonos ver con claridad. ¿Por qué? Porque nuestra mente no está en calma, porque nuestra vida en general, no tiene espacios en paz.

 

La contingencia que estamos viviendo todas y todos nos vino a cambiar radicalmente la vida. Pasamos de vivir una existencia ajetreada afuera, a vivir una vida ajetreada adentro.


Contrario a lo que muchas personas piensan, no trajo consigo calma, sino angustia, ansiedad, depresión, estrés excesivo, poca tolerancia a la frustración, adicciones, entre otras condiciones dañinas para las personas.


¿Por qué? Porque, desafortunadamente, no estamos acostumbrados a la calma, a la paciencia.


Por toda esta situación, es de suma importancia recobrar el valor que tiene la paz, la calma, la espera, la paciencia, el saber aguardar el momento. La calma, curiosamente, no es sinónimo de pasividad. ¿Has intentado mantener tu mente en paz? Si no lo has hecho, inténtalo; si sí lo has realizado, sabrás que es muy complicado lograrlo. Para mantener la calma se requiere practicar.


¿Por qué la calma es valiosa? Si recordamos la alegoría del vaso con arena, te darás cuenta que mantener la mente en calma nos permitirá ver con mayor claridad las cosas, las situaciones y a las personas. Una mente (una vida) alterada, nos impide mirar al mundo con claridad.


Así que, respira profundo, y practica la calma. Esa paz te ayudará a vivir sin menos miedos, angustias, ansiedad, preocupaciones, depresiones, estrés.

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