Educar es guiar, es mostrar el camino al cual se quiere llegar y acompañar el viaje para evitar que alguien se pierda durante el trayecto o de alguna experiencia.
No puedo evitar imaginar a un/a guía de turistas. Esta persona se encargará, tanto de irnos explicando cada aspecto del recorrido, para que podamos disfrutar mejor nuestro viaje, como de nuestro cuidado y seguridad, por lo que debe estar atento a nuestras necesidades y prevenir cualquier situación que nos pueda causar un daño, como perdernos, que nos dé un golpe de calor, alguna afección estomacal, un accidente, etcétera.
Pues bien, muchas y muchos en el mundo tenemos ese importante rol: educar, bueno, corrijo, ¡TODAS Y TODOS tenemos el compromiso de educar! Claro está que es más evidente esta consigna en los roles de madre, padre y profesional de la educación.
Miren, les pondré la situación tal y como es: EL MUNDO ES UN CAOS. Estamos llenos ya de violencia, de delincuencia, de drogadicción, alcoholismo, pobreza, destrucción ambiental, corrupción, abusos, muerte, desesperación, vacío existencial, depresión, ansiedad, estrés, inmigración, machismo, xenofobia, discriminación. ¡Uf! La lista es muy larga, y muy penosa. Pero la pregunta importante es, ¿qué estás haciendo tú para revertir esto? ¿Realmente estamos haciendo algo para cambiar todo este caos? Temo decir, que también hay mucha apatía, desánimo y, sí, también, cansancio.
Querido, querida que lees esto, EL MUNDO TE NECESITA; te necesita en este rol de educador/a, necesita que recuperes ese compromiso con el mundo, contigo, con tus hijos e hijas, con tu pareja, con tus amigos y amigas, con todas y todos, para que sea una voz que aliente el cambio, para que promuevas acciones, a través del ejemplo, y seas guía, ¡sí, guía!, de la transformación radical de este mundo que se está yendo directito a nuestra extinción.
Necesitamos recuperar la vivencia de valores como la solidaridad, la comunión, el respeto, la tolerancia, la capacidad de esperar, la empatía, el amor. No, no, no, me niego a claudicar, a aceptar que ya no hay más remedio; me niego a caer en el desánimo, en la apatía, en la resignación.
Mira a tu alrededor y observa cuántas necesidades hay en tu entorno, necesidades humanas, necesidades reales, necesidades que, quizá, tú puedes resolver.
Quiero decirte que ya no hay vuelta atrás. O hacemos algo o, ahora sí, de verás, de veritas, nos vamos a destruir. La destrucción ambiental es simple reflejo de la destrucción ética y cívica, de la destrucción emocional, moral y económica. Perdimos el rumbo cuando perdimos el enfoque en lo verdaderamente humano: la trascendencia.
Hoy te invito a ello, a unirte a estas acciones que, en primera instancia podrán parecer aisladas, pero que con constancia y dedicación, estoy completamente seguro que contagiarán a más y más personas y podemos, entonces sí, transformar radicalmente nuestro mundo.
Confío totalmente en ti.
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