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Día domingo y su vacío existencial


Despiertas, tomas el celular y observas el reloj. No es la hora en la que te hubiese gustado despertar. Preferirías seguir durmiendo, pero tu cuerpo ha decidido abrir los ojos. Te lamentas un poco por ello, ya que en el fondo sientes mucho cansancio por lo ajetreado que ha estado la semana. Cierras los ojos e intentas dormir de nuevo. 5 minutos, 10 minutos, 15, 30, 45... El tiempo pasa y sólo estás dando vueltas. Después de mucho intentarlo, te das cuenta que es muy probable que no te duermas.


Tomas el celular y empiezas a ver tus redes sociales. Vas una por una. Nuevamente, pasa el tiempo, quizás una hora o un poco más. Reaccionas al darte cuenta que llevas poco más de 2 horas y no te has levantado. Piensas un poco sobre lo que te gustaría desayunar. No te decides sobre si pedir o comer algo de tu refrigerador. Lo piensas unos minutos más, repasando los ingredientes de tu frigorífico y optas por pedir a domicilio. "Es domingo, hoy no se cocina", piensas. Abres la aplicación de comida a domicilio. Dudas. Revisas una por una, no sientes antojo por algo en particular. Sigues buscando. Te debates entre una torta, unos hot cakes, algo más ligero. "La dieta", piensas. Después de haber revisado durante media hora, te enojas y arrojas el celular a un lado sin haber decidido qué pedir.


Por fin te levantas y vas al baño a despejarte. Te lavas la cara y te miras en el espejo. "Habías prometido que saldrías a correr y mírate aquí". Ese pensamiento te hace sentir triste por un momento, pero intentas alejarlo y te medio sonríes al mirar tu reflejo. Inmediatamente tu mente te inunda de todas las ocasiones que te has prometido hacer algo y no lo has hecho o lo has dejado a medias. La tristeza nuevamente regresa.


Internamente te lamentas que sea domingo. Muy en el fondo, los domingos no te agradan, porque no trabajas, y no trabajar significa no estar con el ajetreo, las ocupaciones, el estrés, la prisa, las metas, los objetivos... el no pensar. Tu mente empieza a inundarse de recuerdos, de sueños fallidos y no cumplidos, de momentos tristes, de pérdidas, de relaciones de pareja turbulentas, de mensajes sin contestar; te recuerda la soledad, el vacío.


¿Te has sentido identificada/o? Está claro que tendrás tus particularidades, ¿pero te parece familiar la historia?


Muchas personas, a lo largo del planeta, se sienten y experimentan sus domingos así (o el día que tengan para descansar): con vacío, soledad, angustia, desesperación, desorientadas/os, sin sentido.


Viktor Frankl le llamó a este fenómeno como la neurosis dominical y surge, desde la perspectiva de la logoterapia, por el vacío existencial, por la falta de identificación con un sentido de vida. Y es que, para ser sinceras y sinceros, las ideas actuales sobre el éxito, los logros y la felicidad, son tan exigentes y tan orientados hacia el consumo y el materialismo, que pareciera muy complicado no sentir que no se está haciendo lo suficiente... De ahí el cansancio constante.


¿Alguna vez te has cuestionado cuál es el sentido de todo lo que estás haciendo? ¿Cuál es el para qué de las acciones que realizas cada día? ¿Qué es lo que estás buscando con tanto afán y pareces no lograr que sea permanente? Yo te lo diré: deseas, al igual que todos los seres vivos del mundo, ser feliz y no sufrir. Pero, ¿lo has encontrado en aquello que nos han dicho que lo hallarías?


Hoy, una gran parte de la población mundial, tenemos más de lo que necesitamos. Si estás leyendo esto, tienes internet, un equipo electrónico, luz, agua, acceso a información (casi ilimitada), probablemente algo para comer, un espacio donde descansar, ropa, objetos de aseo y personales y varios etcéteras. Pero, si te das cuenta, constantemente nos están bombardeando con la idea de que "merecemos más", que no es suficiente, que conformarse es de personas mediocres, que es algo aspiracional, que sólo se tiene una vida y hay que vivirla al máximo. Tantas y tantas ideas que nos hacen sentir que aún nos falta, que no logramos lo mejor.


El problema, querida amiga y amigo, es que no estamos acostumbrados a cuestionar aquello que el entorno social, comercial, consumista, materialista y mercadológico nos dice. Simplemente lo seguimos, nos comparamos, nos morimos de envidia, nos lamentamos, lo intentamos una y otra vez, lo perseguimos con todas nuestras fuerzas... y al final, queda un vacío. Nunca es ni será suficiente. Surgirá algo nuevo, diferente, novedoso, privilegiado, inalcanzable para la mayor parte de la población.


Y ahí estamos, en medio del todo y de la nada. ¡Qué paradójico!, ¿no?


Hoy sólo quiero invitarte a que abras los ojos, a que empieces a cuestionarte, a que observes claramente si has logrado una felicidad genuina, verdadera y permanente. Si la respuesta es no, ¿no será que estamos caminando hacia el lugar inadecuado? Nos hablan del éxito y nos ponen ejemplos de vida de personas que lograron ganar, ganar y ganar. ¿Pero sí te das cuenta que son los menos? Que son historias aisladas que nos muestran que lograr el sueño comercial, pareciera ser el sueño de todas y todos.


¿Cuál es el porcentaje de personas ricas en el mundo? Algunas artículo en internet indican que el 1% de las personas del mundo poseen una cantidad abrumadora de riqueza. Y, dime, ¿de qué sirve que ese porcentaje lo tenga? ¿En qué ha contribuido al mundo? ¿Acaso la pandemia no nos ha demostrado que, frente a este tipo de condiciones, las y los ricos se hacen más ricos y las y los pobres se hacen más pobres? ¿Qué tiene de ético y benéfico la riqueza de unas cuantas personas?


No se confunda. No estoy cuestionando las aspiraciones legítimas que podemos tener sobre el bienestar ni sobre la riqueza. Tampoco hablo de anarquía, sino de cuestionarnos. ¿Realmente eso que estás poniendo como cúspide te brindará esa genuina, duradera y verdadera felicidad? Ya hoy por hoy lo dudo, y mucho.


Es verdad, el darse cuenta no significa que yo me haya liberado por completo de esta influencia, pero estoy en el camino de construir una felicidad fundada en otros lineamientos, en procesos menos destructivos de mí mismo, de las y los demás y del entorno. Quiero construirla lejos de las comparaciones, de la competencia, de las envidias, de la individualidad. Aspiro, poco a poco, al bien común, el bienestar de todos los seres, a la empatía, a la comprensión, a la compasión, al amor bondadoso.


El materialismo nos aleja de estos valores humanos, y hoy necesitamos una revolución que los vuelva a poner en el centro de nuestra vida. ¿Por qué si no lo hacemos nosotras/os quién lo hará? El modelo actual nos ha dirigido a la destrucción del equilibrio ecológico, a la pobreza extrema de muchas personas, a la desigualdad, a la violencia, al suicidio, a la ansiedad, la depresión, al egoísmo, a la destrucción. ¿Aún no te das cuenta? ¿Aún crees que ése es el camino? Te invito, por favor, a cuestionarlo.


Que esta reflexión sea de beneficio para ti, con ello, puedas beneficiar a las personas que te rodean, a todos los seres sintientes y al mundo entero.

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