En noviembre de 2021 me encontraba inmerso en procesos de formación personal en suicidología y me encontraba muy entusiasmado en llevar dichos conocimientos a quienes consideraba actores y actrices relevantes para el trabajo en prevención. Por ello, elaboré una propuesta de formación e introducción a la suicidología para la Arquidiócesis de Yucatán y por propuesta de una colega, comparto la integración de las lecturas realizadas en ese entonces. No cuenta con las referencias que sí están en el documento original, porque son notas al pie de éste mismo.
Lo comparto, por si puede ser de utilidad para quien desee comprender, someramente, la perspectiva religiosa sobre el suicidio. Es probable que algunas ideas hayan cambiado; tomen en cuenta eso.
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La Diócesis de Yucatán fue erigida por el Papa Pio IV desde 1561 y en 1906, por el Papa Pio X erigida como Arquidiócesis. Pertenece a la región pastoral del sureste de México y abarca los obispados de Campeche, Tabasco y la Prelatura de Quintana Roo, territorio donde se presentan diversos retos sociales, entre ellos, el fenómeno del suicidio, ya que según los datos presentados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en este año, Yucatán ocupó en el 2020 el tercer lugar a nivel nacional, sólo detrás de Chihuahua y Aguascalientes.
Las cifras indican que en el Estado la tasa es de 10.2 muertes por suicidio por cada 100 mil habitantes, muy por encima de la media nacional, que es de 6.2 por cada 100 mil habitantes.
La tendencia, desafortunadamente, ha ido a la alza. En una revisión histórica, en El Informe Especial sobre el Suicidio en Jóvenes del Estado de Yucatán de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Yucatán (CODHEY) del 2010, ya se reportaba un incremento para esas fechas, ya que en 1990 la tasa era de 3.8 por cada 100 mil habitantes y para el año 2000 se incrementó a 8.7 por cada 100 mil habitantes. Para el 2016 ya representaba una estadística de 10.5 por cada 100 mil habitantes.
Según un un artículo atribuído al Centro de Excelencia de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) “Yucatán inició un incremento a finales de la década de 1990 y para el año 2010 fue la entidad con la tasa más alta del país (10.6), condición que repitió en 2011, 2016 y 2018”.
Por último, en las tablas estadísticas obtenidas del Banco de Indicadores del INEGI se registra el incremento en el número de muertes por suicidio del periodo de 1994 al 2021. En 1994 el número de muertes por suicidio fue de 67. En el 2000 fue la primera ocasión que se superó el centenar de muertes por suicidio, aspecto que no ha bajado a partir de entonces. En el 2009 se superó la cifra de 200, aspecto que se mantuvo para el 2010. Del 2011 al 2015, el número de muertes por suicidio se mantuvo por debajo de las 200, sin embargo, para el 2016 volvió a repuntar, aspecto que bajó en 2017, pero que en los últimos 3 años, han mantenido la tendencia por arriba de 200. Actualmente no hay datos oficiales, pero las estimaciones extraoficiales, contabilizan estar ya cercana a las 200 muertes por suicidio o incluso ya superada dicha cifra.
Tabla 1. Número de muertes por suicidio en el Estado de Yucatán. INEGI (2021)
Cada uno de estos datos está representando una realidad humana que debe ser entendida y atendida adecuadamente. El fenómeno del suicidio es considerado uno de los aspectos más complejos de la realidad, por lo que se requiere de un análisis basado en aspectos científicos, que brinden la comprensión idónea sobre los diferentes aspectos que inciden en una realidad humana, personal y desesperanzadora de alguien que enfrenta diversas circunstancias que, paulatinamente, le hacen percibir que no existen alternativas y ponen al acto suicida como una “estrategia” para erradicar un sufrimiento profundo, percibido desde la realidad única de la persona sufriente.
Dada la misma complejidad, atender, acotar y prevenir el suicidio requiere de la suma de diversos sectores de la sociedad, desde gobiernos, colegios, servicios de salud públicos y privados, medios de comunicación, líderes de opinión, y, por supuesto, las diferentes manifestaciones religiosas, en donde la Iglesia Católica tiene la principal presencia.
El pasado 10 de octubre, en el marco del Día Mundial de la Salud Mental, en el Ángelus, el Papa Francisco invitó a rezar por las personas que padecen de algún trastorno y por las víctimas del suicidio, pidiendo que no se les deje solos ni se les discrimine, sino que, por el contrario, sean acogidos y apoyados.
Tomo, también, las palabras del Cardenal Peter K. A. Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral:
“En el amplio universo de la salud, una de las dimensiones más descuidadas es la salud mental, a menudo acompañada de estereotipos, desconocimiento de temas específicos y desinformación. En todo el mundo se cometen muchas violaciones de los derechos humanos contra las personas con trastornos mentales: hombres y mujeres de todas las edades que ya sufren el estigma y la discriminación de los que son objeto, y que causan aislamiento y marginación. En aproximadamente la mitad de los casos, los trastornos mentales comienzan antes de los 14 años, hasta el punto de que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años”.
En el mismo mensaje, se destaca el llamado que hace para estar cerca de las personas que que sufren de alguna enfermedad mental y luchar contra forma de discriminación y estigmatización. Y bien se sabe, que una forma eficaz de acabar con ello es a través de la educación, la formación humana, la comprensión profunda de un fenómeno tam complejo como lo es el suicidio. “Es tiempo, destaca el Cardenal, de volver a cuidar la fragilidad de cada hombre y mujer, cada niño y anciano, con la actitud atenta y solidaria del buen samaritano”. Y justo es ahí donde se fragua y consolida, lenta y paulatinamente (con pocas excepciones), el fenómeno del suicidio: en la fragilidad y la vulnerabilidad humana.
Es, en ese mismo sentido, y bajo una realidad que clama respuestas, con una actitud urgente, pero no con una respuesta reactiva, sino consolidada en principios científicos y racionales, se presenta la siguiente propuesta de formación y capacitación en Introducción a la suicidología para sacerdotes, que busca dotar de los elementos más actualizados para una adecuada comprensión, prevención y atención de las situaciones que se puedan presentar en el actuar pastoral en cada una de las parroquias y comunidades donde se desenvuelven.
Con ello, se desarrolla una acción dentro de uno de los ámbitos más importantes para muchas personas creyentes, respondiendo al llamado y a la invitación de distintos organismos, a sumar a las acciones que buscan prevenir el acto suicida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha enfatizado que el suicidio es prevenible, y aún así, cada 40 segundos una persona muere por suicidio en alguna parte del mundo y muchas más intentan suicidarse.
Sobre este punto, hay que destacar que, se considera, que por cada suicidio hay muchos más intentos de suicidio. Según algunas estimaciones, podrían ser 20 o más intentos de suicidio por cada muerte por suicidio.
Hay mucho por hacer, pero sírvase ésta como una de las acciones iniciales que puedan incentivar muchas más respuestas en cada una de las parroquias, apostolados y comunidades del Estado, para atender adecuadamente una problemática que nos incluye a cada una de las personas que formamos parte de esta comunidad eclesial, y más allá.
Perspectiva histórica del suicidio
A lo largo de la historia, han existido diversas maneras de concebir al suicidio:
En la Grecia Antigua se consideraba un delito contra el estado, aunque es aceptado en ciertos casos de supervivencia de la aldea, desamor o autocastigo.
En el Imperio Romano se llegó a considerar honorable, aunque se mantuvo penado con castigos severos hacia los familiares de alguien que murió por suicidio. Se insinúa la influencia de una “mente alterada”, pero asociada a locura.
Durante la Edad Media continúa la penalidad del acto suicida.
Durante el Renacimiento se despenaliza e incluso se llega a exaltar.
En el Siglo XVII y XVIII ocurre una estigmatización del suicidio, ya que se consideraba vergonzoso y propio de las personas pobres.
En 1621, en el ensayo “Anatomía de la Melancolía”, Robert Burdon hace una de las primeras asociaciones entre el suicidio y la depresión (vacío, aburrimiento, falta de risa, al tedio y al ser melancólico).
Emile Durkheim, desde una mirada sociológica, analiza el fenómeno del suicido y publica un libro, en 1897, sobre el tema. Es considerado el padre de la suicidología, ya que es el primero que intenta abordar el fenómeno desde una mirada científica. En este libro, afirma que el sucidio es un acto personal influenciado por el entorno social.
En la época contemporánea se empieza a utilizar la concepción de enfermedad de origen mental asociada al suicidio. Empieza a consolidarse una visión psiquiátrica del fenómeno.
Por esa misma época, Edwin Shneidman, considerado el padre de la suicidología moderna, realiza una crítica frente al reduccionismo que asociaba al acto suicida con la depresión o los trastornos mentales.
La OMS considera que cerca del 90% de los suicidios están asociados a trastornos mentales.
Actualmente, hay una línea de pensamiento que critica fuertemente la postura de asociar los trastornos mentales como causa del suicidio, ampliando hacia una mirada donde se incluyen, también, factores emanados del entorno social, cultural, político, religioso, histórico, económico, existencial, psicológico, ideológico, clínico, biológico, genético, etc. Se considera que el suicidio es complejo.
En las comunidades de Yucatán el suicidio no es bien visto e incluso se considera que a la persona que se suicida, “se le ha metido el diablo”, por lo que se realizan ritos para erradicar la presencia del mal del entorno donde se llevó a cabo el acto.
En el entorno social yucateco se ha atribuido, también, a una herencia cultural - mitificada en la diosa Ixtab - (aspecto que ha sido desmitificado ) e incluso a una genética maya (aspecto considerado violencia cultural).
Perspectiva cristiana
En el Catecismo de la Iglesia Católica, del número 2280 al 2283 está contenido un apartado que aborda el tema del suicidio, desde la óptica del quinto mandamiento: “no matarás”.
2280 Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.
2281 El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.
2282 Si se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere además la gravedad del escándalo. La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral.
Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.
2283 No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.
En 1980 en la Declaración Iura et Bona, se enumeraba al suicidio como un crimen contra la vida, agrupándolo al genocidio, al aborto y la eutanasia. Además, se agrega:
La muerte voluntaria o sea, el suicidio es, por consiguiente, tan inaceptable como el homicidio; semejante acción constituye en efecto, por parte del hombre, el rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de amor. Además, el suicidio es a menudo un rechazo del amor hacia sí mismo, una negación de la natural aspiración a la vida, una renuncia frente a los deberes de justicia y caridad hacia el prójimo, hacia las diversas comunidades y hacia la sociedad entera, aunque a veces intervengan, como se sabe, factores psicológicos que pueden atenuar o incluso quitar la responsabilidad.
Se deberá, sin embargo, distinguir bien del suicidio aquel sacrificio con el que, por una causa superior —como la gloria de Dios, la salvación de las almas o el servicio a los hermanos— se ofrece o se pone en peligro la propia vida.
Otro documento que recoge perspectivas y directrices sobre el suicidio es la Encíclica Evangelium Vitae, de donde se extraen los siguientes fragmentos:
Todo lo que se opone a la vida […], el mismo suicidio voluntario […]; son ciertamente oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes lo practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador.
El suicidio es siempre moralmente inaceptable, al igual que el homicidio. La tradición de la Iglesia siempre lo ha rechazado como decisión gravemente mala. Aunque determinados condicionamientos psicológicos, culturales y sociales puedan llevar a realizar un gesto que contradice tan radicalmente la inclinación innata de cada uno a la vida, atenuando o anulando la responsabilidad subjetiva, el suicidio, bajo el punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral, porque comporta el rechazo del amor a sí mismo y la renuncia a los deberes de justicia y de caridad para con el prójimo, para con las distintas comunidades de las que se forma parte y para la sociedad en general. En su realidad más profunda, constituye un rechazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la muerte, proclamada así en la oración del antiguo sabio de Israel: « Tú tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte, haces bajar a las puertas del Hades y de allí subir ».
En un discurso a los participantes en la V Asamblea General de la Academia Pontificia de la Vida, Juan Pablo II enfatizó lo que ya había escrito en el Evangelium Vitae.
En una actualidad interconectada y frente a la inquietud de las y los feligreces, existen diversos artículos en la red en páginas web católicas que intentan dar respuesta a las dudas que surgen en torno al suicidio.
Por ejemplo, en el artículo ¿Todos los suicidas van al infierno? Lo que enseña la Iglesia Católica sobre el suicidio, el P. Guillermo Legía menciona que no es correcto realizar la afirmación categórica de que toda persona que comete suicidio se va al infierno y afirma: “es importante distinguir entre el acto que la Iglesia enseña que está mal (suicidio) y el pecador a la que la Iglesia siempre ama con un corazón infinito y con una misericordia infinita. Y bueno, saber que a veces hay un conjunto de actos que aunque están mal no son plenamente imputables al actor”.
En una entrevista realizada al Papa Francisco el 16 de octubre del 2018 para hablar sobre el suicidio, comparte una visión que considera personal, pero que refleja una perspectiva más amplia (y actual) sobre lo que el fenómeno representa:
“El suicidio es un poco cerrar la puerta a la salvación, pero yo soy consciente que en los suicidios no hay plena libertad. Al menos así creo. Me ayuda lo que el Cura de Ars dijo a aquella viuda cuyo marido se había suicidado lanzándose del puente al río. Dijo: ‘Señora, entre el puente y el río está la misericordia de Dios’. Porque creo que en el suicidio la libertad no es plena, pero es una opinión personal”.
Durante el final del 2018, a través de medios internacionales, se dio a conocer el caso donde un sacerdote condenaba enérgicamente el suicidio en el sepelio de un adolescente que había muerto por esas circunstancias. En dicha situación, la familia había presentado una demanda, alegando infligir intencionalmente angustia emocional, invasión de la privacidad y otros reclamos. La madre del adolescente, dijo que LaCuesta había incumplido un acuerdo para celebrar la vida de su hijo. Sin embargo, dicha demanda fue desestimada por la corte. El mismo Reverendo, posterior a lo generado, emitió una disculpa pública por la situación que todo esto había provocado:
“Como con cualquier funeral, tenía la intención de servir a esta familia en su momento de dolor, pero no pude brindarles el consuelo que tanto necesitaban. En cambio, agregué a su dolor. Lo lamento profundamente, y lo siento”.
En un intento por cambiar la percepción en la comunidad católica sobre el suicidio, existen diversos artículos que buscan romper el estigma sobre el suicidio y la salud mental, ya que, en muchas ocasiones, se tiende a asociar la presencia del comportamiento suicida a la falta de fe.
En un artículo de divulgación publicado en Aleteia, se pone énfasis en el apartado del Catecismo de la Iglesia Católica donde se considera a los trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad de la persona que se suicida. Y hacen mención de diversos santos que han padecido trastornos mentales e incluso, que presentaron ideaciones suicidas, entre ellos:
Santa Isabel Ana Seton.
San Ignacio de Loyola
Santa María Magdalena de Pazzi
Venerable Francisco María Pablo Libermann
Beato Bartolo Longo
Beata Benedetta Bianchi Porro
Sierva Dorothy Day
Esto se observa como un esfuerzo, por parte de ciertos sectores de la misma iglesia, en desmitificar, desestigmatizar la salud mental, el padecer trastornos mentales o el tener ideaciones suicidas, alejándose de visiones que las consideran como un reflejo de falta de fe.
Por último, habrá que hacer mención de los esfuerzos de ciertos investigadores e investigadores por incluir en los análisis la dimensión espiritual. En ellos, se han analizado el desarrollo histórico de la percepción del suicidio por parte de la Iglesia Católica como institución, poniendo énfasis en la mirada comprensiva, compasiva y misericordiosa, en la evolución de la percepción y con ello, los análisis que esto conlleva y el factor de protección que puede llegar a ser el contar con el desarrollo de la dimensión espiritual en la vida de la persona.
El suicidio
El suicidio es uno de los fenómenos más complejos de la realidad humana. Es multifactorial, es interseccional, es la suma del impacto en diferentes dimensiones de la persona, que, de forma paulatina (en la gran mayoría de los casos) va dirigiendo el pensar, sentir y actuar de la persona hacia el acto. No se puede ni se debe explicar desde una sola arista o desde una sola variable, porque se estaría reduciendo la óptica sobre el problema y con ello, las respuestas para atenderlo estarían siendo limitadas, e incluso, estigmatizantes.
Sin embargo, a pesar de su complejidad, es posible, y necesario, realizar una serie de análisis, reflexiones, estudios e investigaciones, para comprender lo que está sucediendo en nuestro entorno, y con ello, brindar las respuestas y el apoyo necesario a quien así lo necesite.
Epidemiología
Cada año, más de 700,000 personas mueren por suicidio. Cada 40 segundos una persona pierde la vida por suicidio en el mundo.
Si bien, los números difieren según ciertos países, se considera que el 75% de casos ocurren en países de ingresos bajos y medianos. En los países ricos se suicidan tres veces más hombres que mujeres, pero en los de ingresos bajos y medianos, la proporción es menor, a razón de 1,5 por cada mujer.
A nivel mundial, el suidicio representa un 50% de todas las muertes violentas registradas entre hombres y un 71% entre mujeres.
Las tasas de suicidio, con respecto a la edad, suele ser más elevadas en personas de 70 y más. En algunos países la prevalencia se da entre la población joven, ya que es la segunda causa principal de muerte en el rango de 15 a 29 años.
En cuanto a los métodos, se encuentran la ingesta de plaguicidas, el ahorcamiento y el uso de armas de fuego entre los más frecuentes, aunque también se usan otros métodos que varían según el grupo poblacional.
Muchos suicidios se cometen en momentos de crisis, y cuando ese factor se presenta, el acceso a medios letales, incide significativamente en la vida de la persona.
Se sabe también que la presencia de trastornos mentales es un factor significativo de riesgo, ya que se considera que en el 90% de los suicidios estaba presente, pero hay que ser precavidos en no generalizar dicho factor como la principal o la única causa, ya que el presentar un trastorno no significa que el acto suicida se presentará ni en todas las muertes por suicidio está presente un trastorno. Incluso, existe una postura crítica que cuestiona significativamente dicho planteamiento.
Los problemas financieros, también se erigen como un factor asociado, así como la dificultad para hacer frente a estresores agudos o crónicos.
Violencia de género, abuso sexual, abuso a menores, violencia infantil, sea asocian con firmeza al comportamiento suicida.
También se podría hacer presente en grupos minoritarios y aquellos que sufren discriminación.
El estigma que existe en torno a la atención de la salud mental y al suicidio, contribuye a que las personas se abstengan y limiten en las solicitudes de ayuda, por lo que es importante romper con los tabúes, los mitos y los estigmas en torno a ello.
Además, hay que considerar que, por cada muerte por suicidio hay muchos más intentos de suicidio. Se habla de hasta 20 intentos de suicidio por cada deceso por esta vía.
Mitos sobre el suicidio
A continuación se hará mención de algunos mitos acerca del suicidio, que contribuyen a la desinformación, al estigma, a la discriminación, y con ello, al abordaje inadecuado de la problemática suicida.
Quienes hablan de suicidio no tienen intención de cometerlo
La mayoría de los suicidios suceden repentinamente, sin advertencia previa
El suicida está decidido a morir
Quien haya intentado suicidarse una vez, lo seguirá intentando hasta lograrlo
Sólo las personas que padecen un trastorno mental se suicidan
Hablar del suicidio es una mala idea y podría estimularlo.
El suicidio es una enfermedad
Quien tiene depresión corre el riesgo de suicidarse
Quien dice que se quiere matar, sólo está haciendo alarde
Si realmente hubiese querido morir, hubiera intentado otra cosa
El que intenta matarse es un cobarde
El que intenta matarse es alguien valiente
Sólo las personas mayores se suicidan
Los niños no se suicidan
Si se reta a una persona, al final no lo hará
Quien se repone de una crisis suicida, ya está a salvo
Salir de una depresión elimina el riesgo suicida
Las personas que se suicidan son impulsivos y/o agresivos
Sólo las personas de escasos recursos económicos se suicidan
Sólo las personas ricas se suicidan
El suicidio es un acto de agresión, ira, venganza y/o egoísmo
El suicidio se hereda
No se puede prevenir el suicidio, porque son impulsivos
Sólo las personas con preparación pueden acercarse a alguien que presenta riesgo de suicidio
Sólo los psiquiatras pueden prevenir o atender el suicidio
Toda persona que intenta suicidarse es peligroso, porque si atentan contra sí, atentarán contra otras y otros
Quien va presentando riesgo suicida no deja ninguna señal para no ser descubierto
La cultura maya está influenciada por la diosa Ixtab
Las personas se suicidan porque alguien se los dice
Las y los adolescentes se están suicidando porque no están siendo educados con la rigidez de antes
Quien se suicida no va al cielo
Quien se suicida no estaba pensando en su familia ni en sus seres queridos
Los medios de comunicación no contribuyen a la prevención del suicidio
Los diversos lineamientos para prevenir y atender el fenómeno del suicidio, enfatizan en la importancia de abordar los distintos mitos que se han identificado o que se puedan identificar, ya que permiten eliminar concepciones erróneas acerca de éste.
Conocer a profundidad el fenómeno suicida ayudará significativamente a los trabajos de prevención y atención, ya que permitirá mirar al fenómeno en toda su complejidad y nos ayudará a analizar cada situación particular, comunitaria o regional, y elegir las estrategias más adecuadas para su abordaje.
La complejidad del suicidio
En las últimas décadas, los estudios, investigaciones y el conocimiento sobre el comportamiento suicida ha aumentado significativamente.
Hoy se conoce la interacción de diversos factores, que se conjugan y van representando el riesgo de la conducta suicida. Entre los factores que se han estudiado se encuentran:
Biológicos: existen factores que pueden se consideran asociados a la conducta suicida, por ejemplo, cierta predisposición genética, donde juegan un papel importante la serotonina, la noradrenalina.
Psicológicos: la carencia de formas de afrontamiento frente a las diversas circunstancias que nos suceden en el día a día, se considera un factor asociado; desensibilización al dolor; la presencia de trastornos mentales como la depresión, la ansiedad, abuso de sustancias, estrés postraumático, etcétera, son consideradas condiciones asociadas a la problemática del fenómeno suicida.
Promoción de la salud y hábitos de autocuidado: inadecuadas pautas de alimentación o el pobre acceso a éstas, falta de ejercicio, dificultad para el descanso reparador (cansancio excesivo), dificultades de sueño (insomnio o exceso), inadecuada gestión mental y emocional, podrían contribuir a la gesta del comportamiento suicida.
Familiares: la familia es considerada el núcleo y fundamento de la sociedad, sin embargo, podrán existir condicionantes que hagan que éste espacio influya en el desarrollo de comportamiento suicidas, como lo es, un entorno lleno de juicios, violento, con conductas de manipulación, vínculos insanos e inseguros, abandono, abuso, etcétera.
Comunitarios: el sentido de identidad comunitaria es importante para el desarrollo de la persona, si alguien no se siente parte de la comunidad, puede abonar a las condiciones que hagan que se presenten las conductas autolesivas. Experiencias de segregación, discriminación o abandono por parte de grupos o comunidades, pueden abonar significativamente a la presencia del riesgo suicida.
Sociales: El entorno social influye significativamente en la forma en cómo nos percibimos y cómo percibimos el entorno. Hoy se han configurado una serie de ideas sobre lo que es felicidad, el éxito, el reconocimiento y el valor de las personas, fundadas en perspectivas materialistas, consumistas y patriarcales. Si hoy, una persona que vive en un entorno social donde existen amplias exigencias para ser considerada valiosa o para alcanzar el éxito no las cumple, esto abona como elemento al fenómeno del suicidio. Además, existen, en ciertos momentos, situaciones sociales de influencia, como los retos cibernéticos, que pueden influir en la conducta suicida, como por ejemplo, el reto de la ballena azul.
Ambientales: Algunas posturas han intentado explicar la relación del suicidio con los cambios ambientales, encontrando cierto vínculo entre el clima y el aumento de la tasa del suicidio . En algunos países, la tasa aumenta durante las fechas invernales, mientras que en otros espacios, en la época de calor.
Culturales: Los entornos culturales impactan significativamente en la forma en cómo una persona se define, su participación en la comunidad e, incluso, la forma en cómo se relaciona con su entorno. Por ello, los entornos culturales, también son materia de análisis para entender los diversos aspectos que se conjugan con el fenómeno suicida . La cultura de la violencia, emanada del sistema de creencias machistas, abonan con circunstancias que pueden conducir a una persona al suicidio; el estigma cultural sobre el abordaje de las situaciones mentales, entre otras más, son elementos que van ampliando hacia una mirada más amplia de las condiciones que favorecen al suicidio y desfavorecen la salud y estabilidad mental.
Económicos : Es bien sabido que durante las grandes crisis económicas, las tasas de suicidio han aumentado, lo cual brinda una correlación clara entre esta dimensión y el suicidio.
Enfermedades: Frente a una crisis por enfermedad, crónica degenerativa o crónica, las personas pueden sentir una angustia profunda, e incluso sentir que serían una carga para las personas que les rodean, por lo que la ideación suicida podría presentarse. De ahí la importancia de considerar esta variable dentro de todas las que buscan brindar una luz sobre la problemática.
HistóricosExisten momentos históricos de suma dificultad, entre ellos, las guerras, las grandes catástrofes, situaciones ambientales de gran escala que abonan a que se presenten situaciones desfavorables de desesperanza. En ciertos momentos históricos dentro de un país, pueden estar sucediendo acontecimientos que abonen a la desesperanza, a la angustia y a la desesperación.
Políticos: Frente a una problemática social tan amplia, es importante contar con legislación que permita el acceso oportuno de los servicios de salud de la población en general. También es necesario que, ante la existencia de dichas leyes, sean aplicables y se orienten los recursos necesarios para ser atendidos. Desafortunadamente, no siempre se tiene el presupuesto para hacer llegar a la población en general, los servicios de salud mental, o las mismas legislaciones no se aplican en forma cabal. La política incide significativamente, incluso, en la forma de concebir el problema y la forma de acceder a los recursos de prevención.
Religiosos: Ya mencionados, en ciertos aspectos, una perspectiva religiosa que únicamente juzgue, sin considerar los aspectos amplios, compasivos y misericordiosos, cuando se presentan las ideas de muerte, la ideación suicida e incluso, algún intento, podrían contribuir a que una persona perciba un rechazo y la imposibilidad de contar con apoyo y contención.
Ninguno de ellos puede explicar por completo la conducta y el fenómeno suicida. Pretender hacerlo desde una sola óptica es caer en el error de reducir uno de los fenómenos más complejos que existen.
Cada uno de ellos puede ir fraguando en la mente de la persona, elementos que van gestando las ideas sobre la muerte, la ideación suicida, la planeación y el intento de suicidio.
Las estrategias para la prevención del suicidio
La Organización Mundial de la Salud ha elaborado una guía que marca directrices para prevenir el suicidio. En él se toman como base las intervenciones basadas en evidencia. Dichas acciones son:
restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse (por ejemplo, los plaguicidas, las armas de fuego y ciertos medicamentos);
educar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio;
desarrollar en los adolescentes aptitudes socioemocionales para la vida;
detectar a tiempo, evaluar y tratar a las personas que muestren conductas suicidas y hacerles un seguimiento.
Estas actividades requieren de pilares que los sostengan para lograr el alcance anhelado y disminuir en forma importante la presencia de esta situación, que lastima y daña a muchas personas alrededor del mundo.
Dichos pilares son:
Análisis de la situación
Colaboración multisectorial
Sensibilización y promoción
Desarrollo de las capacidades
Financiación
Vigilancia, monitoreo y evaluación
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