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No hay salud mental sin salud social



En un afán de visibilizar a la salud mental, la Organización Mundial de la Salud planteó como lema una frase que es repetida por diversos sectores sociales, y en especial, aquellos que profesionalmente, trabajamos con el bienestar emocional: "no hay salud sin salud mental".


Considero que el tema de la salud mental ha pasado por diversas fases o etapas, que desde mi perspectiva, ha transitado y continúa transitando por ellas.


En primer lugar, era importante visibilizarlo, es decir, darnos cuenta que la salud integral incluye aspectos emocionales y mentales, por lo que comenzó una cruzada para hacer evidente la existencia de las distintas afectaciones y trastornos mentales. Y aún así, hay personas que continúan afirmando que éstas situaciones son sólo inventos o pretextos.


Posteriormente, se sumó una etapa de tomar conciencia, esto es, ya no únicamente verlo, sino darle cierta relevancia, tomarlo en cuenta, realizar alguna acción para atenderlo. Dicha conciencia ayudó al surgimiento de un mercado del bienestar, donde los consultorios psicológicos, los spas, los centros de meditación, entre otros, empezaron a tomar auge. La resistencia de ciertas sectores también se actualizaba con frases como "el ir a consulta psicológica sólo es tirar tu dinero".


Con la llegada de la pandemia y por lo que permitió evidenciar, se transitó a una etapa de sensibilización, ayudado esto por las voces de algunas personas reconocidas que hablaban abiertamente sobre su propia salud mental. Casos como la de la gimnasta norteamericana Simone Biles o la tenista japonesa Naomi Osaka retumbaron a nivel mundial. Sí, la salud mental nos incapacita. Pero, las voces detractoras continúan: "son personas débiles, generación de cristal, ya no se aguantan nada".


Hoy por hoy, considero que hace falta dar una paso más: la reivindicación. ¿Por qué reivindicar? La Real Academia Española, marca cuatro acepciones a la palabra reivindicar:

1. tr. Reclamar algo a lo que se cree tener derecho.

2. tr. Argumentar en favor de algo o de alguien.

3. tr. Reclamar para sí la autoría de una acción.

4. tr. Der. Reclamar o recuperar alguien lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece.

¿No es acaso la salud mental un derecho humano que debería ser accesible a cualquier persona, independientemente de su condición social, creencias religiosas, orientación sexual, lugar de residencia, afiliación política, etcétera? ¿Y lo es?


En un afán de ser sincero, ni el mismo derecho a la salud se cumple de forma cabal, por lo que ¿qué se pueda esperar del acceso a la salud mental que lleva menos años en el foco de atención? Sin embargo, en la misma tónica de los distintos movimientos sociales que buscan reivindicar diversos colectivos o aspectos de lo humano, la salud mental también requiere de su propio movimiento social que la ponga en la esfera de lo público.


Compartía, justamente ayer, que la frase "ve a terapia" se estaba convirtiendo en el nuevo "échale ganitas", y es que en nuestro contexto inmediato, el acceso a un proceso psicoterapeútico es un privilegio, y percibo que la frase se dice desde esta postura, ya que nuestra realidad social tiene un sistema público que no se da abasto para atender la creciente demanda de atención psicológica y el modelo económico junto con la creciente inflación, impide a quienes lo ofrecemos en el sector privado, brindarlo a un costo más accesible para sectores vulnerables.


Y en ese mismo sentido, y bajo una premisa crítica (y autocrítica) la frase de "no hay salud sin salud mental", suena un poco a la frase dicha desde el privilegio de que "el pobre es pobre porque quiere". Suena tan sencillo hablar de salud mental, si ésta se reduce a las prácticas de autocuidado, que parecieran estar al alcance de todas y de todos, pero que ignora la realidad social de muchas personas, en especial de aquellas que forman parte (no por decisión) de grupos vulnerables.


Sí, es verdad, hablar de salud mental no únicamente habría que hacerlo desde los enfoques patologizantes o clínicos, sino ampliar la mirada incluyendo aspectos, por ejemplo, de la psicología positiva, donde se encuentran aspectos muy esperanzadores en torno a la felicidad. Ejercicio, meditación, contemplación, alimentación balanceada, redes de apoyo, ecología del sueño, escritura terapéutica, musicoterapia, arteterapia, equinoterapia, masajes relajantes, grupos de conversación, tratamientos dermatológicos, retiros ecológicos, desconexiones tecnológicas, vacaciones de experiencia, y un creciente etcétera.


Frente a ello, el capitalismo no podía dejar pasar la oportunidad de monetizar (y sacar provecho de) la salud mental en el llamado mercado del bienestar o la industria del wellness. ¿Notan cómo se va construyendo desde aspectos enmarcados en el privilegio? Sí, suena bonito el "no hay salud sin salud mental", ¿pero estamos co-construyendo socialmente los espacios para acceder a esta salud mental?


Pensemos en el ya mencionado modelo capitalista donde estamos inmersas e inmersos. Un modelo que se ha deshumanizado y que se ha vuelto acaparador y especulador de unas y unos cuantos, donde alrededor del 1% cuenta recursos desmedidos y otro porcentaje, igual menor (20%), con los recursos económicos para vivir sin ciertas preocupaciones. ¿Y el porcentaje restante? Un modelo económico que genera desigualdad, no es un entorno que promueva la salud mental.


Y, cuidado con los discursos hegemónicos que afirman que todo está en la mente o que el bienestar es únicamente una decisión personal. El individualismo como generador de culpa. ¿Cómo abordar una depresión que tiene un componente social, donde una persona experimenta estos síntomas debido a que su historia ha estado lleno de precariedades, de violencias y abusos; donde hay un entorno que lo culpabiliza y le señala que no está siendo suficiente o no está haciendo lo necesario para lograr el éxito? ¿Cómo abordar una ansiedad que se ve influenciada por la preocupación constante por la economía familiar, donde se vive al día, donde no hay facilidades para el acceso a la salud, donde hay sobreexigencia y sobrecarga social, laboral? ¿Cómo acompañar un duelo por pérdida del empleo de la persona que sostenía a la red familiar y del cual muchas personas dependían de ese ingreso, quizás porque los demás miembros del entorno familiar presentaban alguna discapacidad? ¿Cómo acompañamos un consumo de sustancias que surge por influencia de un contexto que lo normaliza y que dificulta el desarrollo de otras estrategias para el manejo del malestar? ¿De qué forma atendemos una condición mental que requiere el apoyo farmacológico, si es difícil acceder a ellas en los espacios públicos o son inaccesibles por cuestiones económicas? ¿Por qué seguimos ignorando el importante componente social que influye significativamente en la salud mental?


Por ello, insisto, es importante reivindicar a la salud mental, ampliando la mirada hacia un contexto social, que como lo he mencionado anteriormente, sigue permeada por una cultura de la guerra, de la violencia, de la iniquidad: clasismo, segregación, discriminación, violencia de género, violencia intrafamiliar, abuso de poder, abuso sexual infantil, femenicidios, machismo, pobreza, tráfico de personas, narcotráfico, dificultad para el acceso a la vivienda digna, explotación y violencia laboral, acoso sexual, bajos salarios, inflación, estigmas, bullying, ciberbullying, sobreexigencia escolar, segmentación urbana ("los del norte y los del sur"), migración, pérdida de identidad cultural, apropiación cultural, daños ecológicos, acaparación, despojo de tierras, consumo excesivo de sustancias, mayor dificultad para el acceso a los servicios, entre muchos, ¡muchísimos otros!


Sin afán de parecer quisquilloso, pero sí prestando uno de los lemas de los distintos movimientos de reivindicación: "lo que no se nombra, no existe", creo que es importante ampliar la frase, que surge en un contexto de concientización y sensibilización, pero pasando a una etapa más avanzada, hay que poner sobre la mesa estos distintos aspectos sociales que influyen en forma significativa. Por ello, el discurso se debe ampliar e incluir lo social: "no hay salud sin salud mental, ni salud mental sin salud social".


¿Por qué tenemos que hablar de salud social con urgencia? Porque no somos entes aislados ni aisladas, sino somos seres que nos congregamos en comunidades, grupos, sociedades, familias, colegios, centros religiosos, culturales, deportivos, organizaciones empresariales, etcétera. Por lo tanto, nuestro bienestar emocional, nuestro desarrollo, vaya, incluso nuestra supervivencia, está ligado a lo social, a la interdependencia.


Siempre pongo este ejemplo: piensa en todas las personas e incluso en todos los seres y las condiciones no vivas que tuvieron que interactuar para que hoy tengas la ropa que traes mientras lees esta reflexión. Son incontables. Si así es con un aspecto como la ropa, ahora consideremos algo similar con el bienestar emocional, la salud mental, la felicidad, la plenitud.


Es necesario dejar atrás los discursos individualistas que aún permean las visiones de distintos fenómenos humanos, enfatizando, claro, el tema que aquí nos congrega: el de la salud mental. Hay que integrar a los muy distintos sectores y llevarlos, paulatinamente, por las distintas etapas que he mencionado: visibilización, concientización, sensibilización y reivindicación. Una vez que la salud mental sea reivindicada sectorialmente, procederemos a la integración; pero, vamos un paso a la vez.


Como profesionales que trabajamos con la salud mental, es importante considerar dejar los discursos parciales o alejados de una visión global y comenzar a incidir en los movimientos sociales. No podemos seguir apartadas/os de las luchas sociales que hoy se fraguan en el mundo, desde la bandera de la paz, la comprensión, la compasión, pero también de la ciencia basada en evidencia, que fundamenta los por qués y para qués de muchos de ellos.


Hay que dejar los espacios seguros de las oficinas y los consultorios y salir a las calles, al encuentro de la persona que vive en un entramado social complejo y a quien le será complicado asistir semanalmente, o conseguir los medicamentos, o no preocuparse por perder el empleo, o por no tener tiempo para meditar, hacer ejercicio o hacer una comida balanceada, o intentar salir de un entorno violento que ha mermado distintas capacidades y autoconcepciones, o que corre de un lado a otro, de un trabajo a otro, para generar un ingreso medianamente digno, o aquel o aquella que se le insiste en que se emancipe, pero descubre que el acceso a la vivienda es cada vez más complicado. Mientras sólo afirmemos preceptos sin reflexión, seguiremos contribuyendo a las desigualdades.


Dejo, como en cada reflexión compartida, semillas que puedan generar diálogo, debate, diferentes perspectivas, pero con la confianza en que contribuyan al desarrollo de visiones que sean de mayor beneficio para todas y todos.



Artículos revisados como apoyo para escribir esta reflexión:



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