Llevo algunos meses planteándome una idea que, en este momento, quiero compartir contigo, y es sobre la existencia de otro tipo de discapacidades, además de las que conocemos, que son la física, cognitiva, neurológica: la emocional y la afectiva.
Todos vemos y reconocemos cuando una persona vive con una discapacidad física, y por ello, entendemos que le será difícil y (en ocasiones) imposible realizar algunas actividades motoras. Esto es lógico. A alguien que sufre una discapacidad motriz, por ejemplo, de las piernas, no le podremos pedir que corra un maratón. Habrá que adaptar las condiciones para que él pueda participar, en silla de ruedas, por ejemplo.
Lo mismo sucede con otro tipo de discapacidades o condiciones, verbigracia, el autismo o el TDAH. Al ser diagnosticado, de forma correcta, en una persona, se reconoce, entonces, que tendrá ciertas dificultades para desarrollar algunas tareas; por ejemplo, una persona con la condición del autismo, le será difícil entablar vínculos sociales.
Afortunadamente, la ciencia neuropsicológica avanza cada vez más, que se desarrollan estrategias para minimizar dicha discapacidad, pero se reconoce que no es algo que pueda eliminar. Las personas que estamos alrededor de alguien con esta realidad, sabemos que habrán adaptaciones y tenemos que reconocer ciertos límites, y por lo tanto, comprender y aceptar.
Pues bien, a lo largo del tiempo, creo que es importante empezar a hacer notar la posibilidad de la existencia de las discapacidades afectivas y emocionales, no necesariamente en el grado de los trastornos psiquiátricos. Claro está, que al no haber un condicionamiento biológico o físico, es mucho más complejo reconocerla y mucho más aceptarla. Sin embargo, el plantear la posibilidad de ésta, puede ayudar muchísimo a la liberación, al perdón y a la gratitud.
Pensemos, por ejemplo, en una persona que siente mucho enojo hacia su figura materna. Durante toda su infancia sólo recibió maltratos, falta de afecto, poco apoyo y reconocimiento. Por todo esto, esta persona sufre y le duele el darse cuenta de esta realidad, al compararlo con las expectativas sobre lo que “debería” ser una madre. De una mamá se espera afecto, cuidado, protección, afecto, motivación, etcétera.
¿Qué sucedería si esta persona mira como una posibilidad que esta figura materna vivía con una discapacidad afectiva y emocional? Dicha discapacidad podría haber sido producto de su propia historia, del no haber desarrollado las habilidades necesarias para ello, de su educación, de su ignorancia emocional, de algún tipo de paradigma, o lo que fuese, ¿no sería más fácil alcanzar el perdón y la aceptación de esta persona? Entenderíamos que, muy en el fondo, era algo de lo que no era capaz.
No estoy diciendo con esto que nos pasemos la vida justificando las acciones de los demás afirmando este tipo de discapacidades. Al final, como seres humanos, y como lo plantea la Logoterapia, siempre tendremos la libertad de configurarnos, de cambiar, de desarrollar actitudes y habilidades diferentes; pero sí es abrirnos a la compasión, en el entender que, ciertas personas (la mayoría, quiero creer) actúan sin dolo, sino por una incapacidad.
Recuerdo un caso donde trabajaba el enojo hacia la figura paterna. El enojo era profundo y entendible. Después de escuchar las razones por las cuales surgía esta emoción, le planteé a la paciente la posibilidad de que su padre haya tenido una discapacidad emocional-afectiva. En un principio hubo recelo hacia esa posibilidad, pero a los pocos minutos entendió que era algo viable, y con ello, se liberó de ese enojo, de esa carga y pudo comprender, entender y aceptar, y por ende, perdonar, sentir compasión por su padre, y gratitud.
¿No te gustaría lograr esto mismo? Intenta mirar a todas aquellas personas que te hacen daño desde esta luz: quizás no lo hacen con toda la intención, quizás sufren de alguna discapacidad emocional-afectiva.
Espero que estas reflexiones sean útiles para tu vida. Recuerda que deseo lo mejor para ti y que vivas con paz en tu mente y tu corazón.
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