Quiero compartirte desde lo personal, esperando que te ayude a reflexionar.
Hoy me sentí satisfecho por mis hijos, por su (aún primitiva) capacidad para tolerar la frustración y su perseverancia.
Estuvimos hoy en una plaza donde habían puesto diversas actividades para las niñas y niños, entre las que se encontraba una donde tenían que tirar unos aritos que sin embonaban en unos conos ganaban puntos y con ello elegir un premio.
Tanto Lalo como Chema participaron (mis dos hijos). Previo a su primer intento, había una niña que lo intentaba incesantemente y no quería ceder su turno. Mis hijos esperaban. Llegó un punto donde la mamá se acercó para pedirle los aros para que pasara Lalo. Inmediatamente la peque comenzó a llorar y la intensidad pronto aumentó al grado de berrinche.
El berrinche es la forma de expresión emocional de una niña y un niño por lo que es válido. Al final, es el medio que conocen para transmitir lo que sienten.
El detalle que llamó mi atención fue que frente a la exigencia de un premio, frente a la frustración del no haber podido ganar, la mamá y la papá le dijeron: "ahora pasamos a comprarte algo". Y yo me pregunté, ¿por qué no permitirle la frustración? ¿Por qué negarle la experiencia de la derrota, del no poder conseguir fácilmente lo que quiere?, ¡vaya!, tal y como ocurre en el entorno normalmente. Pero no, ellos consideraron, quizás, que lo mejor era que obtuviera algo y así evitar todo ese alboroto.
Lalo pasó la primera vez y no logró insertar ninguna. Fue el turno de Chema, y tampoco. "Ni modos", les dije. La señorita les dijo que podían intentarlo de nuevo, si esperan turno nuevamente. Así lo hicieron y nada. Fueron a jugar con unas pelotas. Después de un rato Lalo quiso intentarlo una vez más, y para sorpresa de todos logró insertar un aro y ganó un premio. Él estaba sorprendido y emocionado.
Chema había intentado el mismo número de veces y está claro que era más complicado que lo lograra (por la edad, por el menor desarrollo psicomotor). Al ver que Lalo lo logró dijo que él también quería un premio. Le expliqué que lo podría obtener si insertaba un aro. Lo intentó una vez más y, por poco en una ocasión, pero no, no embonó. Pero él quería un premio.
La lógica común hubiese sido comprarle algo aparte como compensación, pero no lo hice, preferí que se frustrara un poco, que sintiera la carencia de aquello que deseaba. Afortunadamente, a su manera, lo toleró. "¿Ahorita gano un premio?", me dijo, que es su forma de decir: "Después podría ganarlo". Obvio le dije que sí, con esfuerzo y perseverancia, en una próxima ocasión podría ganarlo.
A Lalo, por otro lado, lo felicité. Ya había tolerado previamente el no ganar y ahora se merecía la victoria. Le dije "a veces se gana, a veces se pierde, y hoy lograste algo, disfrútalo; sólo no olvides que hay que seguir esforzándose".
¿A qué voy? A compartirles que es necesario que nuestras hijas e hijos aprendan a tolerar la frustración, a saberse perdedores de vez en cuando, pero con la posibilidad de ganar si perseveran, a que sepan que las cosas se obtienen con mucho esfuerzo y no con la facilidad de un berrinche que, los adultos, mal encauzamos.
Por favor, permite que tus hijas e hijos se frustren. El mundo lo necesita.
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