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Foto del escritorEdgardo Flores

Participación en mesa de trabajo "Por Amor a la Vida" en el Congreso del Estado de Yucatán



“El suicidio no es culpa de nadie, pero es responsabilidad de todas y de todos”.


Agradezco a la Diputada Dafne López Osorio y a las y los integrantes de la Comisión Permanente de Salud y Seguridad Social del Honorable Congreso del Estado por brindarnos un espacio para el diálogo y el encuentro.


Estimadas todas, estimados todos.


Hablar del fenómeno suicida es hablar de la punta del iceberg. Es tocar uno de los temas más sensibles y complejos que existen en un entorno social. Es tan complejo, que poner el foco de atención en unas pocas variables, nos puede llevar al error de desarrollar estrategias limitadas, que si bien pueden tener cierto impacto, no estarían yendo a la raíz, al núcleo del problema.


Si queremos hablar del fenómeno suicida, tenemos que hablar de sociedad, cultura, historia, familias, economía, política, religión, acceso a la salud, oportunidades laborales, feminismos, masculinidades, consumo de sustancias, acceso a la educación, redes de apoyo, ideologías, ciencia, periodismo, estigmas a la salud mental, discriminación, violencias, arte, deporte, recreación, y un largo etcétera. Por ello, la suicidología no se reduce a profesionales de la psicología y psiquiatría, sino que toma en cuenta a las y los primeros respondientes (por ejemplo, policías, bomberos), profesionales de la educación, de la comunicación, de enfermería, líderes religiosos, representaciones políticas y sociales, artistas, entre muchos otros y otras.


¿Parece abrumador, no es cierto? Por ello, se ha enfatizado en diversos espacios, que el riesgo suicida es un tema de salud social, no tanto de salud mental; porque es en un entorno social donde germina, se nutre de factores de riesgo y se manifiesta con las conductas suicidas: ideas de muerte, ideación suicida, planeación suicida, intento suicida y muerte por suicidio.


Podemos hablar de números, podemos hablar de factores de riesgo o de protección, e incluso, en algunos espacios se podrán hablar (erróneamente) de causas, podemos hablar de estrategias y de metas, pero al final, hablamos de vidas, vidas que experimentan una serie de pensamientos y emociones y manifiestan las diversas conductas asociadas al riesgo suicida.


Hoy, en este limitado tiempo, me gustaría adentrarles, aunque sea en forma sucinta, en lo que podría estar ocurriendo en la mente de una persona con riesgo suicida y la interacción que tiene con su entorno, ya que, quizás, nos permita comprender, desde dentro, la complejidad de este fenómeno y mirar atentamente si estamos tomando en cuenta estas condiciones.


Sin pretender ser un enfoque que lo explique por completo, podemos hablar que existen 7 emociones que están (casi) siempre presentes en una persona con riesgo suicida. Me ayuda a recordarlas el acrónimo CIIDDSS. Me refiero a:

  • Culpa, que se fragua en la mente de aquellas personas que consideran que han cometido un error; un sentimiento aplastante, una mancha imborrable. Mi propia mente y/o mi entorno me señalan.

  • Insuficiencia, que se alimenta de la sensación de que nada es suficiente, de un esfuerzo que no alcanza las metas que se me exige en mi entorno social o yo mismo/a me exijo.

  • Incapacidad, la creencia del no poder, de no contar con las habilidades necesarias para afrontar las dificultades o alcanzar los objetivos planteados.

  • Desesperanza, que plantea que algo es insuperable, infranqueable, permanente, incorregible. En la mente donde surge la desesperanza, las posibilidades se han anulado.

  • Desesperación, por vivir deprisa, sin tiempo para descansar, para respirar, siempre con urgencia. No hay oportunidad de “perder” el tiempo, porque el tiempo es oro.

  • Soledad, y no hablo de aquella que es física, sino el no contar con un espacio donde podemos expresarnos sin ser juzgadas o juzgados, donde no voy a recibir palabras que, muchas veces desde una buena intención, nos afligen: no es para tanto, échale ganas, exageras, tienes tanto por qué agradecer. La vulnerabilidad no tiene cabida en nuestra sociedad actual.

  • Sufrimiento, un dolor emocional, particular, individual, único, que pocos o nadie comprende.


No son las únicas, pero si nos damos cuenta, cada una de estas emociones no está alejada de nadie de los que estamos aquí presentes, y cada una de estas emociones tiene como origen toda una gama de juicios, parámetros sociales y de exigencia, perspectivas rígidas y normativas creadas por nuestra sociedad; que paulatinamente se van acumulando en nuestra forma de percibirnos, percibir al entorno, el éxito, la felicidad, el amor, la justicia, etcétera.


Por ello, subrayo y enfatizo, no como juez, sino como alguien preocupado por las vidas de tantas personas: si hablamos de suicidio, tenemos que hablar de la responsabilidad de todas y de todos, de políticas públicas que sean cercanas a la persona que sufre; leyes sensibles, constructivas y reconstructivas de un tejido social que influye significativamente. Por ello, nuestro querido Dr. Gaspar Baquedano, a quien recordamos con mucho cariño, hablaba de un despertar de la conciencia.


Y, bien, si hablamos de la construcción de una realidad en torno al fenómeno suicida, no quiero dejar de puntualizar la importante labor que tenemos al comunicar, para promover un Efecto Papageno, contrarrestando al Efecto Werther, que desafortunadamente, pareciera imperar en nuestro estado. Por eso, una acción necesaria para el trabajo en materia de prevención del suicidio es con los medios de comunicación, que tienen que ser aliados en las formas de dar a conocer las muertes por suicidio, pero que también nos incluyen a cada una de las personas que tienen voz pública e influencia en la sociedad, para empezar a hablar con claridad del fenómeno, romper el silencio, el tabú, el estigma, y más importante aún, para promover esperanza y unidad; porque el trabajo se está haciendo, las acciones se realizan, pero suelen estar tan dispersas, que pareciera que no existen. Hoy necesitamos gritar, hacernos notar, como un gran equipo que no necesariamente lucha contra el suicidio, sino que construye felicidad.


Para finalizar, aquí van mis recomendaciones para continuar el trabajo, tanto en políticas públicas, como en la clínica, en la comunidad, los colegios, las empresas, los espacios religiosos, etcétera. Tómense únicamente como directrices a profundizar, para desarrollar acciones más puntuales.


  1. Necesitamos datos, datos abiertos que nos permitan una mejor toma de decisiones. Si bien, el fenómeno del suicidio es complejo, suele tener sus generalidades según la región donde se presenta; y es importante comprenderlo, para desarrollar estrategias y políticas públicas eficientes y profundas. Necesitamos saber posibles factores que influyeron en cada muerte por suicido, para reconocer las particularidades de nuestra región.

  2. Es importante la prevención, pero no olvidemos la postvención, al menos, por ahora que nuestras tasas son altas. Tomemos en cuenta que por cada muerte por suicidio, se considera que, al menos, 9 personas se ven afectadas y la falta de acompañamiento es un alto factor de riesgo. Hay que trabajar con las y los sobrevivientes por suicidio.

  3. Hablar claro sobre el riesgo suicida, en todos los lugares posibles. Hoy sabemos que abrir espacios de escucha son un importante factor de protección. No más silencio, no más temor, no más estigma. Mayor sensibilidad. No podemos ignorar los datos que afirman que por cada muerte por suicidio, puede haber hasta 20 intentos; imagínense los números de la ideación suicida.

  4. El trabajo en los colegios de nuestro estado es importantísimo, tanto para tamizajes (detección), como para el trabajo en el desarrollo de estados mentales y emocionales más compasivos, amorosos, sensibles, conscientes. Necesitamos capacitar, ¡mucha capacitación actualizada! ¡Mucho entrenamiento mental! ¡Mucha educación emocional!

  5. Trabajar en equipo con los medios de comunicación y con líderes sociales, para que sean una fuente que informe, pero al mismo tiempo promueva esperanza; desde un reportar ético, consciente de la relevancia que tienen para evitar el Efecto contagio (Werther) y generar un Efecto protección (Papageno).


Agradezco el gran trabajo de todas y de todos. Seamos unidad. Digámosle a las personas, que aquí estamos y que este compromiso con el cuidado de sus vidas, nos motiva y nos lleva a trabajar en conjunto.


Escuchemos a las personas que sufren, comprendamos por qué se sienten culpables, insuficientes, incapaces, desesperadas, desesperanzadas y solas. Es a partir de esa escucha que podemos hacer mucho.


Hoy he compartido cuestiones generales. Convirtamos esas ideas en acciones puntuales, especialmente, en aquellas que contribuyan a una cultura de la paz.


Que lo hoy compartido, pueda traer beneficio a la mayor cantidad de personas posibles.


Muchas gracias.

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